"Cuando sea el final de los tiempos, me pondré en la puerta del paraíso y no entraré hasta que todos mis hijos hayan entrado". P. Pío de Pieltracina
Que importa que alguien anónimo de este mundo tenga dolor por la pérdida de un ser querido, y más si en este caso es un padre? Cuantos millones de personas habrán perdido un padre en estos días y sentirán dolor por esa pérdida? Sinembargo, parece que solo soy yo la que sufre, que no hay dolor mas incomparable que éste o que el dolor que una siente parece ser el el mas grande del mundo.
Si alguien me pregunta:¿ cómo definirías un padre?, indudablemente le diría: Como lo fue el mío.
Sí, como el mío porque si bien sobran las palabras bonitas en un momento como éste, los recuerdos se agolpan en mi mente y voy recordando episodios desde mi mas temprana niñez, cuando la primera imagen que tengo de él, es de un señor arrodillado que me consolaba cuando lloraba, y era tal la fuerza de su ternura y cariño que me producía una calma y una paz infinita.
Desde aquel momento, tuve conciencia de lo que es el AMOR y deseaba verle a ese señor al que por cierto veía poco, porque trabajaba por las noches, para que me dé ese amor. Afortunadamente pude disfrutar de él durante 44 años y durante el trayecto de mi vida, siempre estuvo estimulándome, apoyándome para que sea la mejor y llegue a mis metas. Nada me hacía tan feliz que verle contento con mis avances, parecía que volvía a tener una infancia, una adolescencia, una juventud con cada una de mis acciones y la de mis hermanos, porque lo sufría, lo vivía y lo gozaba como si fuese la suya propia. Nunca, pero nunca me sentí sola, él estuvo siempre a mi lado.
No he visto un hombre más enamorado de su esposa que él. El más romántico y el más detallista. Le encantaba ver a mi madre bien vestida y bien arreglada, mientas mas bella se veía mi madre, mas feliz era él y mas orgulloso se sentía. Nosotros felices y nos acostumbramos a ello a tal punto que ya ni nos llamaba la atención, era parte del día a día. Le dedicaba la música de los Panchos, de las Mendoza Suasti, Julio Jaramillo y Pedro Infante y con él aprendimos a valorar la música nacional ecuatoriana y los boleros de antaño, la Flor de Azalea, Rayito de Luna, Nuestro Juramento o Sendas distintas, era le repertorio favorito de todas la fiestas que se hacían en casa y que a fuerza de oirlo desde pequeños nos fue gustando y la fuimos amando.
Era un personaje del Quito cotidiano ya que su antiguo trabajo tuvo sus inicios en un edificio de la histórica calle Chile, por lo que frecuentaba junto con sus compañeros de trabajo los lugares emblemáticos del Centro histórico, no cesaba de saludar con sus conocidos, gente aquella de los que van quedando pocos, ya que el viejo y conservador Quito de antaño que se va enriqueciendo de gente llegada de todo el Ecuador y de todo el mundo y va cambiando a la fuerza sus costumbres y su fisonomía. Nos invitaba a un ceviche de concha o una guatita en el legendario local de "La Colmena", donde mis recuerdos se asocian al fortísimo olor a café del antiguo Don Tinto previo a la llegada al local, y ahora que regresé nuevamente fluyeron a mi mente miles de recuerdos y no pude evitar dejar escapar una lágrima.
O tambien nos invitaba a comer un sánduche de pernil con chicha en los bajos de la Catedral o a tomar un café tinto en "El Madrilón" que según él, era el mejor café del mundo. Era además un viejecito mas de la Plaza de la Independencia, donde con los demás jubildados se dedicaban a comentar la intensa política ecuatoriana y sus interminables problemas de salud y económicos.
En esas calles indudablemente permanecerán para siempre en mí, asociados al recuerdo de mi padre.
Adoraba su profesión, cuando escribía lo hacía como un desesperado, y al terminar un artículo nos compartía con todos y reía abiertamente de lo que acababa de escribir porque su punto fuerte, era escribir historias cotidianas con cierto aire cómico, como es la cultura ecuatoriana, llena de historias cotidianas sazonadas con una pizca de sal quiteña. Por algo admiraba a García Márquez.
Gracias a él leí por primera vez un libro suyo: "Crónicas de una muerte anunciada " y pude comprender el porqué de su pasión por el periodismo y por este escritor. Se parecía a él, ambos trabajaban en medios de prensa, habían empezado por afición, tenían un estilo que reflejaba en sus escritos el costumbrismo de sus tierras de origen relatando recuerdos, personajes e historias con realismo mágico. Chimbo y Macondo entonces me parecíeron sospechosamente parecidos.
Dos cosas que nunca olvidaré de él, fue su coherencia personal con lo hacía y lo que decía: el saber perdonar y el valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen.
Alguna vez me enfadé con él y juraba que no iba a hablar con él algunos días, pero a los pocos minutos él me hacia conversación como que no había pasado nada, sinembargo seguía en mis trece y me decía luego, que qué me pasa, que porque daba demasiada importancia a las cosas, para la chulla vida que teníamos, no debíamos perder el tiempo en rencores y enojos, y así volvía a sonreir y me olvidaba de todo. No podía enfadarme con él, me daba tan buenas razones para vivir a gusto en este mundo.
Era amigo de todo el mundo, desde el plomero, pasando por el lustrador de zapatos hasta el embajador o el Presidente, ya que por su profesión tenía que contactar con gente de toda condición social o económica, y jamás le oí ni ví que valorara a alguien por sus méritos económicos sino de su forma de ser, por alguna anécdota de su vida que lo hacía diferente y con el cual se ganaba su corazón y su amistad. Amigo de sus amigos, incondicional con plata y persona como decimos en el Ecuador, ayudaba en lo que podía y hasta donde podía y tenía la facilidad para entablar una conversación ya que todo le recordaba algún episodio de su intensa vida periodística.
Era el alma de toda reunión, no en vano mis pacientes lo recuerdan con cariño porque los entretenía mientras yo trabajaba. Uno de ellos me contaba que en mi consulta tenía unas fotos del Quito antiguo y mi padre les preguntaba: a ver, quien es de Quito, entonces alguno decía yo. Bien, contestaba, entonces dígame de esta foto, a qué parte de Quito corresponde? y entre risas jugaban a las adivinanzas hasta llegar a la respuesta correctas. Así pasaban los minutos y la larga espera transcurría amenamente hasta que podía atenderles. Cuando fue jubilado y mientras estuvo junto a mí, fue mi mejor relacionador público.
Amaba a sus hijos como si fuéramos hijos únicos, a cada uno nos daba toda su atención y su cariño del mundo a tal punto que algunas veces pienso, que el mundo exterior a lo mejor nos miraba como unos niños mimados, aún de mayores, pero es que... éramos felices y lo demás no contaba .Y con sus nietos, afloró su secreto mejor guardado, el hombre tierno que no dudaba en abrazar con fuerza al menor de sus nietos y decirle "cuánto te quiero".Sin duda fue el mejor "belito" y el que mejor nos preparaba el cafecito de las cinco de la tarde.
Creo que Dios fue demasiado generoso con nosotros, fuimos millonarios en su amor. Siempre vivirá en nuestros corazones y ahora sé, por primera vez que el corazón tambien llora.
A tí, con todo mi amor, este humilde homenaje.
2 comentarios:
Querida hermana:
Si algo tienes de mi padre, es justamente eso: escribir con el alma y el corazón. En este momento de duro trabajo, me has dado un empuje. Es hermoso el escrito y te felicito. Ya hubiese querido mi padre compartir este pedazo de mensaje.
Rulo (el hijo de Don Rulo)
si cien mil veces leo este homenaje mil veces llorare, que palabras tan lindas y profundas quien mejor que tu para expresar lo que los demas no podemos decir,
gracias por tu hermnoso e inolvidable homenaje.
Fernanda
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