miércoles, 23 de junio de 2010

Rosi, la peluquera




Me propuse escribir historias en este mi modesto blog, de personas cuyas vidas me parecen motivadoras. Y hoy os quiero contar la historia de una mujer ecuatoriana, que bien puede ser la de una colombiana, de una chilena o de una africana, porque es una historia de cualquier mujer inmigrante en condiciones adversas, que lucha por sobrevivir y por tener un futuro digno.

Pues bien, conocí casualmente a Rosi, la peluquera, ya que tengo un problema con mi cabello que hizo que buscara afanosamente una peluquería que se ajuste a mis gustos y así fue como di con ella un día de desesperación. No está por demás decir que fue una agradable sorpresa, ya que aparte de solucionar mi permanente insatisfacción me permitió conocerla un poco mas.

Poco a poco me comentaba de su vida, como el hecho de que siendo divorciada, con hijos crecidos y ya abuela, llegó a España como muchos inmigrantes con un proyecto de vida en mente. Trabajó y se preparó como peluquera, hasta que un buen día, decidió con unos ahorros que logró juntar en los últimos años y el convencimiento pleno de su profesionalidad, comprar un negocio en Madrid. Un negocio de aquellos que ya no rinden como rendían antes, porque el barrio fue cambiando y cuyos dueños casi por inercia, esperaban que alguien con mayores necesidades que ellos lo compren, caso contrario lo tirarían a la basura sin ningún problema. La peluquería que debió haber tenido su época dorada por los años 70, tiene mobiliario y equipos desvencijados y usados, aunque Rosi, que no entiende de glamour ni de marquetin está consciente de que su talento está por encima de todas las superficialidades, y parece que así lo ha entendido su siempre creciente clientela.

Pero ser emprendedora le supuso desde el comienzo un problema, ya que la compró sin tener ni la mínima idea de donde se estaba metiendo. Para empezar, la persona que la vendió, no le informó que tenía que hablar con el dueño del local para ver si quería alquilárselo. Además con el pasar de los días, se fue enterando lo que significa tener un negocio en España, por lo que todo se le vino encima, no pudiendo asumir los gastos de impuestos, tasas, etc. y decidió huir despechada al Ecuador, dejándolo todo. Afortunadamente, siempre hay gente buena en medio de la tempestad y sumado al futuro negro que se le avizoraba en el Ecuador, hizo nuevamente las maletas de regreso a España con la promesa por parte del dueño del local de amortización por los meses no pagados, lo que hizo que desde entonces, luche permanentemente para afrontar la marcha de su empresa y su manutención propia sin ningún problema.

En nuestro último encuentro comentaba además como es su día a día, ya que trabaja sola sorteado las vicisitudes y obstáculos que la vida le depara. Como por ejemplo, cuando entran supuestos inspectores, ella se adelanta diciéndoles que para cualquier cosa, primero les muestren sus documentos, de esta manera, dice “evité que un estafador me robe 100 euros”. O cuando a travez de los cristales, ve tipos raros, con malas intenciones que golpean los cristales de su negocio y entonces coge un cuchillo que lo tiene guardado en uno de los cajones y ocultándole por su espalda, abre apenas la puerta y les pregunta qué quieren. Ellos mas o menos huelen que el asunto no va a tener éxito, y mas bien optan por alejarse sin problemas de por medio. Aunque la veo incapaz de acuchillar a alguien, me admira sus medidas de prevención para protegerse como un instinto de supervivencia propio de aquellos que no pueden gastar el dinero tan duramente ganado, en asuntos sofisticados de seguridad.

Me es curioso como se las ingenia en esta crisis para promocionarse, y conocedora que bajando precios atrae potenciales clientes, para ello, marca con un bolígrafo sobre una hoja en blanco las ofertas y las pega en las ventanas de su peluquería, aunque llegado el momento, dichas ofertas pierden vigencia y suele cobrar como si de una gran peluquería se tratase. Sospecho que ello lo hace con quien sabe que puede hacerlo, sin embargo la entiendo y la justifico porque sus tijerazos pueden igualar o superar a cualquiera de los profesionales de las peluquerías de lujo de Madrid.

Lamentablemente, como mujer sola y deseosa de amor, tuvo la desgracia de enamorarse de la persona inadecuada que, casi sin sentirlo, cuando cayó en cuenta, lo estuvo manteniendo por al menos dos años ya que el trabajo que él buscaba, nunca llegó. Cuando quiso cortar por lo sano, ya que el tipo también tuvo tiempo de serle infiel, ya estaba bastante enredada en un entresijo de marañas legales que se le hizo difícil zafarse de ello. Mientras tanto, hasta poder solucionarlo hace acopio de su fortaleza y de su dignidad de mujer para no caer nuevamente en sus brazos, aunque tenga que verlo todos los días por algunos meses mas. "Soy mujer y pequeña de estatura, - me dice con rabia contenida -, pero no me dejo pisotear por ningún sin vergüenza".

Dice que acude a su Iglesia religiosamente, nunca mejor dicho, porque además de que le informan de sus derechos como mujer y ciudadana, encuentra la paz y la fortaleza necesaria para enfrentarse por la vida. Dice que toda su vida pone en manos de Dios, y que si El quiere que siga, seguirá y si no, pues se regresará al Ecuador. Creo que por ello, se explica que siempre esté riendo, haciendo bromas y sin que le preocupe demasiado el mañana.

Yo le digo, que sin duda es una mujer admirable, digna de ejemplo y también apoyándome en la muletilla de su fé, le digo que Dios la seguirá protegiéndola, dándole así ánimos para que siga superando todos sus dificultades.

Y así me despido una vez mas de Rosi, la peluquera, con mas motivaciones para seguir adelante, con mis problemas que no son nada comparados con los de esta admirable mujer y pensando en las anónimas mujeres inmigrantes que como ella, también contribuyen a engrandecer el país que las acogió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE IMPRESIONANTE LA VERDAD VER COMO LA GENTE SOBREVIVE DE TODO OBSTACULO MUY BONITO TU ARTICULO ME GUSTO MUCHO