La situación actual de España me recuerda mucho a la que viví en 1999 durante el "Feriado bancario", la misma que llevó a la dolarización de Ecuador en el año 2000, con las lamentables consecuencias humanas, políticas y económicas posteriores. El sentir general era que todo el mundo era malo, que todo el mundo era corrupto, que no había esperanza que mejoren las cosas en el país y que no se vislumbraba un horizonte claro. Había entonces mucho pesimismo.
Sin embargo en España, como dice la escritora Carmen Posadas en una entrevista, " hay un exceso de autocrítica en el país, que genera mucho pesimismo y que esta injustificado, ya que los activos de este país son impresionantes". Y a esta última frase me sumo yo.
Y me sumo porque pese a todo, hay cosas buenas que permanecen en el país que pesan más que las cosas malas y por lo mismo, quisiera compartir otra historia apasionante del arte español, que demuestra que siempre hay personas desinteresadas, que piensan en lo nacional por encima de sus intereses personales y que se preocuparon por proteger obras de arte, que en situaciones de caos y de guerra, no hubiese sido raro que se repartan o saqueen las mismas para protervos fines. Algo así, lamentablemente sucedió con el Museo Nacional de Irak, durante la invasión de Irak en 2003, donde piezas de innegable valor, fueron saqueadas y que poco a poco van apareciendo como propiedades privadas, en las subastas internacionales, aunque se cree que nunca se podrían recuperar del todo.
Todo sucedió en el año 1936 cuando el gobierno Republicano Español, ante el avance se las tropas franquistas , decidió emprender el más grande salvataje de obras artísticas españolas, trasladándolas a Valencia -sede provisonal del gobierno- y para lo cual creó el Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte españoles, cuyo director fue el pintor José María Sert y que también formaron parte, importantes personalidades del mundo que dirigían los patronatos de los museos de sus respectivos países.
La decisión de salvar el patrimonio artístico español se aceleró luego de que los aviones alemanes habían bombardeado en varias ocasiones el centro de Madrid, cayendo algunas de ellas cerca del Museo del Prado.
Se transportaron en 71 camiones durante 25 expediciones, a más de 500 cuadros del Prado, el tesoro del Delfín, documentos, códices, estatuas, además de obras de El Escorial, de otros museos, de iglesias y de colecciones particulares, que llegaron perfectamente embalados y protegidos, sin ningún rasguño a Valencia, aunque luego nuevamente tuvieron que salir hacia Cataluña y desde allí hacia Ginebra, no sin antes firmar los responsables del salvataje, el famoso "Acuerdo de Figueras", que garantizaba que las obras son propiedad del pueblo español, independientemente del resultado de la guerra y que éstas debían volver a su legitimo propietario una vez acabado el conflicto.
Las instituciones que participaron en ese altruista comité fueron entre otros: el Museo del Louvre, la National Gallery de Londres, el Museo metropolitano de Nueva York y la Tate Gallery de Londres, entre otros. Se cuenta que en la preparación de las obras y su embalaje, participaron los poetas Rafael Alberti y su mujer, Maria Teresa León.
Sin embargo como suele suceder en situaciones dramáticas como este caso, hubieron voces críticas en contra de este traslado, tanto del bando franquista como del republicano, que insinuaban que se querían vender dichas obras para comprar armamento. Al final prevaleció el sentido común y se permitió culminar con la labor sin más obstáculos.
Después de largos tres años, es decir en 1939 el tesoro regresó a España y lo hicieron en trenes con las luces apagadas, para que los nazis no los vieran cuando ya habían invadido Polonia y bombardeaban Francia.
Desde entonces, todas las obras han vuelto a ocupar su lugar de siempre, para el disfrute de las siguientes generaciones que podemos acceder a semejante legado artístico.
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