Fotos: Shacketon y los expedicionarios que fueron rescatados. Fuente: Wikipedia.com
El hombre que no sabe sonreír, no debe abrir tienda. Proverbio árabe
Existen iconos humanos
interesantes en los cuales se inspiran miles de personas, especialmente aquí en
España. Por ejemplo, hay una gran cantidad de hombres que se inspiran en
Humphrey Bogart como sinónimo de la elegancia masculina, o también muchos
hombres y mujeres que se inspiran en la inolvidable actriz Audrey Hepburn como
icono de la perfección femenina. Lo mismo con Adolfo Suarez como el político
ideal y en el caso del que voy a hablar el día de hoy, con el irlandés Ernest
Shackleton, como sinónimo de liderazgo.
Shackleton ha sido protagonista de sendos reportajes en medios de comunicación
escrita y también, se ha trasmitido varios documentales sobre él en los canales
de televisión pública, ya que se lo toma como referencia de liderazgo estudiado
incluso, en las grandes escuelas empresariales a nivel mundial.
Pero no siempre fue así.
Su ejemplo de liderazgo fue relegado hacia el olvido durante décadas en favor
de su compatriota, el capitán Robert Falcon Scott, explorador que murió
trágicamente junto con sus compañeros durante una expedición, hasta que nuevas
formas de entender el liderazgo, cambiaron hacia finales del siglo XX donde se
comienzan a apreciar los líderes prácticos y no aquellos románticos pero
ineficaces, que incluso llegaron a morir por tomar decisiones aparentemente
inadecuadas, como fue el caso de Scott.
La leyenda sobre Shackleton comenzó cuando en el año 1914 organizó una
expedición financiada por el gobierno británico, con el objeto de atravesar la
Antártida de extremo a extremo a bordo del barco INDURANCE. Lamentablemente,
dicha expedición fracasó debido a que el barco encalló en un mar de hielo,
hundiéndose luego poco a poco, por lo que los expedicionarios tuvieron que
saltar de iceberg en iceberg soportando bajas temperaturas y refugiándose en
apenas tres barcos salvavidas durante semanas, hasta encontrar la isla Elefante
donde tomaron tierra.
A pesar que esta expedición fracasó, como decía anteriormente, Shackleton
provoca una gran fascinación entre los entendidos, ya que se sabe supo mantener
la moral en alto durante toda la odisea en todos sus compañeros, insuflándoles
ganas de vivir y de luchar, para lo cual aprovechaba el tiempo en cosas
productivas ya sea organizando tareas y juegos en medio del hielo, o delegando
funciones a los más tímidos y a los más conflictivos, para hacerlos sentirse
útiles.
Pero, sin duda, lo que más le posicionó como líder indiscutible fue que a pesar
que los meses pasaban, llegó a la conclusión que nadie se acercaría a
rescatarlos por lo que decidió, él mismo, organizar el rescate, para lo cual
escogió a los cinco hombres más fuertes y más preparados. Reforzaron el barco
salvavidas más grande y con éste, en medio del hielo y las tormentas, lograron
llegar hasta la isla Georgia del Sur. Desafortunadamente, por causa de lo
maltrecho que quedó el bote salvavidas, decidió ya no navegar hacia la próxima
estación ballenera que se encontraba al otro extremo de la isla, lo que sin
duda se hundiría de una buena vez el barco y posiblemente morirían, sino que
decidió atravesar la isla a pie, logrando llegar a dicha estación al cabo de
treinta y seis horas.
Desde allí organizó el rescate definitivo de los veintidós que se quedaron,
logrando todos regresar a casa sanos y salvos.
Pero lo más curioso que me pareció de esta historia es que la mayoría de
aquellos sobrevivientes, luego de algunos años terminaron mal, sea por negocios
fallidos o decisiones equivocadas en sus vidas, lo que me llevó a la conclusión
que las personas por más que seamos dueños de nuestros propios destinos,
siempre necesitamos de un guía, de alguien que tome la batuta que dirija los
objetivos de los que somos miembros de una comunidad, de un grupo o de un país
como el caso de muchos ejemplos que abundan en la vida diaria.
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