Foto: Plátano ecuatoriano
Foto: Campaña francesa a favor de la comida fea
No quise escribir esta opinión hasta ver como
desembocaba la tremenda protesta desatada en Ecuador a causa de la nueva ley
de las salvaguardias decretadas por parte del Gobierno ecuatoriano, como una medida
para paliar en algo la bajada del precio del petróleo y que luego de saber que aquello
fue una medida acertada, me he decidido a hacerlo.
Como antecedente comentaré que cuando llegué a
Europa por primera vez, - de hecho estuve en Italia durante 21 días primeramente
para luego pasar definitivamente a España,- me llamó la atención observar la opulencia
del continente rico reflejado en la variedad de productos de consumo
alimentario y en la estética de las mismas, particularmente de las frutas,
hortalizas y verduras.
Los quesos por ejemplo lo eran de varios tipos:
curado, fresco, para untar, de búfala, de vaca, de oveja, de cabra, enteros, en
porciones, etc, lo mismo las mermeladas: sin azúcar, con azúcar, en pasta, en
frasco. Las verduras, hortalizas y frutas, grandes y brillantes, de la más
grande variedad y muchos de ellos, importados de otros países del mundo, lo que
visitar un mercado por ejemplo, se convierte en un agradable estímulo a los sentidos por la
belleza y colorido de sus productos. Muchas de las veces he tenido discusiones con
mi marido porque “busca” el mejor sitio para comprarlas y yo le digo que para
qué, puesto que las normativas de producción y distribución son las mismas en
todo el país, de tal manera que cualquier sitio de expedición y
comercialización, guarda las mínimas garantías de calidad.
Sin embargo, debo confesar que me llevé una
decepción cuando en un documental de televisión, se mostraba cómo en España se
seleccionaban las patatas o papas antes de ser distribuidos. En un recipiente
ponían las que no tenían ningún defecto, es decir las que eran redondas,
lustrosas y hermosas, y en el otro recipiente, las que tenían algún defecto, como
una depresión o una deformidad.
Estas patatas defectuosas son las que ejemplifican lo que últimamente se conoce como la “comida fea”, que en algunos países se está empezando a tomar conciencia de la ridiculez de estos parámetros de calidad que se basan en el sólo aspecto del alimento, puesto que muchos de ellos que se desperdician por esta causa -1.300 millones de toneladas al año, en un mundo donde una de cada nueve personas al día sufre hambre - bien podrían cumplir su finalidad es decir, servir de alimentación. La causa de ello al parecer, es la estricta legislación europea que determina los parámetros de calidad, clasificando los alimentos en “extras”, de “primera calidad”, de “segunda”, en función de su tamaño, de su color o textura, que al final, no alteran su sabor final.
Estas patatas defectuosas son las que ejemplifican lo que últimamente se conoce como la “comida fea”, que en algunos países se está empezando a tomar conciencia de la ridiculez de estos parámetros de calidad que se basan en el sólo aspecto del alimento, puesto que muchos de ellos que se desperdician por esta causa -1.300 millones de toneladas al año, en un mundo donde una de cada nueve personas al día sufre hambre - bien podrían cumplir su finalidad es decir, servir de alimentación. La causa de ello al parecer, es la estricta legislación europea que determina los parámetros de calidad, clasificando los alimentos en “extras”, de “primera calidad”, de “segunda”, en función de su tamaño, de su color o textura, que al final, no alteran su sabor final.
Conozco que el destino final de estos alimentos "feos", es aprovecharlos en forma de papillas o de mermeladas o compotas en el
caso de las frutas, y las que peor están, de alimento para los animales.
Sin embargo, cuando llego a Ecuador sucede lo contrario,
puesto que puedo encontrar estos alimentos "feos" en los supermercados más
conocidos, es decir las hortalizas o frutas de tamaño pequeño, unas tan maduras
que están a punto de podrirse, papas con hendiduras llenas de tierra y maleza, las
carnes con bordes negros, e inclusive en otros productos como lejías que no
blanquean, desengrasantes que no quitan la grasa, plásticos para proteger
alimentos que se deshacen en los dedos y de menos metros que los que aquí
venden, pastas o productos líquidos en recipientes en formas de bolsas con
tapas mutadas de las antiguas botellas de vidrio seguramente para abaratar
costos, pero que siguen costando lo mismo o incluso más. En fin.
Hago números y no entiendo porque un campesino que
vende en las calles por ejemplo, venda 6 choclos por un dólar y en el
supermercado dos choclos por un dólar. Y de la misma calidad. Pero mi sorpresa
es aún más, al conocer que a propósito del tema de las salvaguardias, muchos
alegaban que les costaría más caro importar las cebollas por ejemplo, lo cual se
me hizo bastante difícil creer que se importaban estos alimentos por parte de
estos supermercados, porque como dije al principio, estos alimentos no
cumplirían las exigentes normas de calidad y presentación que se dan en Europa
por ejemplo, porque incluso el plátano ecuatoriano, nuestro producto estrella, es
de una presentación exquisita que nada tiene que ver con los que se venden en
Ecuador.
A la conclusión que llegué entonces, es que estos alimentos no
han sido importados jamás y si se lo ha hecho por ejemplo, serían de Colombia o
de Perú, aunque deben haber sido de la mínima calidad. De hecho, la supuesta
“transición” de venta de los productos “importados” a los nacionales se ha dado
mayormente sin ningún problema, prueba de ello es que los consumidores no se
han quejado, a excepción de los distribuidores que inicialmente argumentaban
que los productores nacionales tienen poca capacitación tecnológica, de capital
o de logística, para garantizar productos de “calidad”.
Como corolario de todo este asunto, me gustaría llevar a la
reflexión en el sentido que si los supermercados ecuatorianos son emprendimientos privados que dan trabajo, no es menos cierto que al ser monopolios, sus
ganancias son bastante considerables y que aquello no debería ir en detrimento
de la calidad del producto que se ofrece. Se ha comprobado que la competencia
fomenta la calidad de la cual salen ganando no solamente los consumidores, sino ellos mismos, lo
que sería entonces una cuestión de ética el ofrecer buenos productos al
consumidor, que paga muy bien por ello aunque no necesariamente para una comida
excesivamente “guapa”.
Espero que algún día en Ecuador la calidad no sea
como lo es ahora es decir, una excepción, sino que sea la norma, aunque con
todo lo que se ha visto, en un principio los cambios provocan gran resistencia
en aquellos que se han acostumbrado a ganar sin ceder nada a cambio, aunque
afortunadamente la población ya tiene oportunidad de exigir más porque se informa mejor a través de la tecnología digital.
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