lunes, 19 de diciembre de 2016

Los "SEGUNDA MANO"

 Foto: Tienda-segunda-mano

Foto: diarioalmunecar.com

"Hay algo que Dios ha hecho mal, a todo le ha puesto límites menos a la tontería". Konrad Adenauer


Me contaba con profundo pesar y solidaridad hace algunos días un familiar en Ecuador que, luego de una misa, algunas personas se encontraron con la desagradable sorpresa que mientras participaban del oficio, los ladrones se habían sustraído de sus coches los llamados “cerebros”, así como también prácticamente habían desmantelado otro coche, lo cual provocó la consabida molestia de sus dueños, aunque en el caso del casi desmantelado, el dolor fue mayor ya que éste era su medio de trabajo, lo que provocó que el dueño derramara hasta lágrimas de la impotencia.

Por todos es sabido que, luego esas piezas son revendidas a comerciantes inescrupulosos y a dueños de mecánicas automotrices, quienes no solamente delinquen comprando a sabiendas piezas robadas, sino que también no pagan impuestos al no declararlos, ni tampoco compran en establecimientos reglados dichas piezas, provocando un daño mayor a toda la sociedad y por ende, a comerciantes que sí pagan salvaguardias e impuestos para trabajar honradamente.

Yo misma pasé por dichas situaciones cuando vivía en Ecuador al sustraerme los tolerantemente llamados “amigos de lo ajeno” faros, espejos, plumas, lo que sea de mi coche, que luego tenía que ir desesperada a las famosas “cachinerías” ubicadas en la calle 24 de Mayo o cerca de la calle Montúfar de Quito, encontrándome muchas de las veces con las propias piezas a las que, para recuperarlas, tenía que pagar a los revendedores una especie de impuesto, a vista y paciencia de las autoridades que, lógicamente me resultaba más barato que comprarlo en un almacén, ya que no tenía sentido hacerlo, porque a lo mejor en la misma semana me lo volvían a sustraer.

No sé si estas “cachinerías” seguirán funcionando, porque de seguir siendo así, sería lamentable y decepcionante que las autoridades no hayan tomado cartas en el asunto viviendo en pleno siglo XXI. De hecho, parece que es fácil solucionarlo con un poco de buena voluntad y de solidaridad para con las miles de víctimas que a diario sufren de estas fechorías, ya que en el caso de España, me llevé una gran sorpresa al descubrir que la venta de piezas u objetos de segunda mano, eran totalmente regladas y legales en este país.

Para comprobar en primera persona como funcionaba el sistema, me vi en una ocasión con la oportunidad de vender un libro digital que me habían regalado los distribuidores de materiales de mi empresa. Acudí a un “Segunda Mano” como se llaman aquí a estos establecimientos y luego de solicitarme mis datos personales y de sacar una fotocopia de mi DNI me dieron una pequeña cantidad que no me vino mal, ya que luego ellos lo revenden por otra cantidad por debajo del mercado. En eso consiste el negocio de esos establecimientos.

Por ello será que gozan de popularidad los “Segunda Mano”, ya que se puede comprar cosas usadas a precios interesantes, incluso como en el caso mío, cosas nuevas probablemente de regalos que no gustan a los beneficiados, por lo que, para tenerlos en algún rincón olvidado de la casa, mejor es venderlo en estos establecimientos.

Por ello me pregunto, ¿no sería factible hacer algo parecido en Ecuador?, ya que si alguien ha vendido un objeto robado se podría investigar a través de los datos proporcionados al establecimiento y dar con el ladrón, aunque dudo que él mismo se preste a dar datos personales si ha delinquido, pero ello también se podría controlar cuando al comprobar la reparación de un coche, se revise en la factura las piezas colocadas de dónde provienen, ya que el primer interesado sería el propio dueño del coche al exigir que las mismas sean piezas nuevas que le garanticen su seguridad, lo que a lo mejor y ahora que lo pienso bien, en estos robos también se encuentre una de las causas de tantos accidentes de tránsito en el Ecuador que tanto dolor y víctimas provocan.

En conclusión y como mencionaba anteriormente, solamente la buena voluntad de las autoridades y la responsabilidad de los ciudadanos al exigir las cosas claras en bien de su propia seguridad, podrían evitar que muchas familias tengan que derramar lágrimas así como también, tener que desembolsar miles de dólares adicionales en recuperar los bienes sustraídos, que bien podría servir para otras necesidades.


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