"La locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados
distintos". Albert Einstein
Recientemente, se ha inaugurado por primera vez la Línea 1
del Metro en Quito- Ecuador y se me ha hecho inevitable, no dejarme contagiar
de la felicidad que ha provocado en la ciudadanía este hecho histórico.
Y no es para menos.
La gente salió en masa y con algarabía a subirse al metro
para recorrer su trayecto a lo largo de la ciudad a través de sus 15 paradas; algunos
ciudadanos afortunados que, a diferencia de algunas autoridades que les gusta sobresalir,
fueron los encargados de cortar las cintas de inauguración; muchos abuelos
pedían a sus nietos que los lleven a conocer, ya que habían oído de otros
conocidos que les mentaban de los sistemas de transporte subterráneo en otros
países y no querían perderse la experiencia. Por otro lado, bandas y orquestas pusieron
su música en algunas estaciones festejando el hecho y, según la prensa ecuatoriana,
experiencias personales eran conmovedoras como el caso de una chica que vive en
el sur de Quito y que contaba casi con lágrimas lo que le significaba recorrer con
este transporte casi toda la ciudad, para llegar a su trabajo en la zona norte,
ya que le ahorraba tiempo además que lo hacía con dignidad al ser un trasporte
limpio, elegante y eficaz; también se ha reportado del impulso económico y
turístico que representa para el centro histórico de la ciudad, el mismo que ya
languidecía por causa de la delincuencia y la situación económica, al tardarse
solamente 10 minutos desde el norte o desde el sur de la ciudad, cuando
normalmente se lo hacía en hora y media.
Pequeñas historias que dicen mucho de un sueño largamente esperado,
que ha venido a solucionar en parte el gravísimo problema de circulación terrestre
de la ciudad ya que, como se sabe y como en otras ocasiones lo expuse en este
blog, la ciudad es como un fideo lazo en cuya parte central se encuentra el centro de la ciudad, es decir, el lugar donde se asentó primeramente la ciudad y
razón por la cual, alberga la arquitectura urbanística colonial mejor conservada de sur-américa
que, por lo mismo, fue nombrada Patrimonio de la Humanidad en 1978.
El Centro Histórico -como decía- conecta, a su vez, la
ciudad de norte a sur y viceversa, ya que está flanqueada en sus lados tanto
por la cordillera occidental como por la oriental, de tal manera que a lo largo
de su historia, esta estructura ha dado pie para que se fuera acentuando, no
solamente la división física de la ciudad, sino también la económica y la
social puesto que, pese a ser ambas zonas planas, fue en el norte donde se
asentó la mayoría de servicios públicos como privados además de urbanizaciones
modernas dejando en el sur, en cambio, espacio para proyectos experimentales de
urbanizaciones para clase media como son la Villa Flora o la Magdalena y para,
también, viviendas de ayuda estatal como Solanda o la Santa Anita y para asentamientos
ilegales.
Lamentablemente y debido a la desidia de las autoridades o la
falta de profesionalidad de sus gestores, a la par, el tránsito vehicular dentro
de la ciudad se fue agudizando debido, principalmente, a una falta de valoración
de lo público, de tal manera que se dio prioridad al transporte privado y se
fue poniendo parches al problema del transporte público, cuya gestión mayormente
es privada que, como de un círculo vicioso se tratara, no hizo más que empeorar
la circulación vehicular para todos, tanto ricos como pobres.
Recuerdo que cuando se estaba gestando la construcción del
metro, hubo voces que se oponían aduciendo el excesivo costo que significaría
para un país supuestamente pobre como el Ecuador al que yo, en cambio, invitaba
a la gente a pensar en grande ya que, a mi modo de ver, cuando se piensa en
grande es cuando se crece, se avanza, se desarrolla.
Afortunadamente, fue tal el deseo de las autoridades del
momento en solucionar el problema, que hicieron caso omiso de las críticas por
lo que, luego de diez años, el metro -al igual que lo fue el aeropuerto
internacional en su momento- es ya una realidad del que, pese a encontrarme lejos de mi país,
no he hecho más que contagiarme de la alegría trasmitida por el pueblo llano ya
que, por increíble que parezca- también existen voces que manifiestan que dicho
transporte “no les sirve” al no pasar la línea cerca de sus viviendas.
Un avance pequeñito en comparación, por ejemplo a España,
donde solo en Madrid existen 12 líneas del metro y donde se puede llegar a
otras ciudades o provincias a través de varias líneas de trenes, pero que no ha
dejado indiferente a nadie ya que ha permitido visibilizar el valor del
servicio público, al elevar la autoestima de la gente, tan venida a menos en
estos últimos años, con cero obra pública, sicariatos, corrupción, desunión y
el común denominador ahora, más bien, es cuidar dicha obra y pensar en la
construcción de más líneas y más obras públicas porque se ha visto que cuando
se quiere, se puede.
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